Rompiendo el silencio: Un análisis de las fases de la violencia de género

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La violencia de género es un flagelo global que afecta a millones de mujeres y niñas. Según datos recientes, aproximadamente 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual en su vida, principalmente por su pareja o expareja. Un dato aún más estremecedor revela que 140 mujeres y niñas son asesinadas diariamente por sus propios familiares. Estas cifras visibilizan una realidad dolorosa y demuestran que comprender las fases de la violencia de género es crucial. Es un problema de salud pública que nos concierne a todos, un ciclo que puede y debe romperse.

Cómo se ve la violencia de género en una comunidad

A menudo, la violencia se percibe como un asunto privado. Sin embargo, sus efectos resuenan a lo largo de toda la sociedad, demostrando cómo se ve la violencia de género en una comunidad de formas tangibles y devastadoras. Es una manifestación de desequilibrios de poder patriarcales que afectan la salud social y económica de todos sus miembros. Por ejemplo, las víctimas de violencia experimentan un aumento en el ausentismo laboral y la pérdida de empleo, lo que impacta directamente en su estabilidad y la producción económica de la comunidad. Es importante reconocer cuales son las fases de la violencia de género y cómo actúan para poder trabajar en estas.

También, se refleja cómo se ve la violencia de género en una comunidad a través de sus efectos en la salud psíquica, que incluyen depresión, ansiedad y Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Las consecuencias en la salud física también son amplias, desde lesiones visibles hasta dolencias crónicas y problemas de salud reproductiva. El impacto de la violencia se extiende incluso a la vida de las mujeres desplazadas, quienes tienen un riesgo mucho mayor de ser víctimas de violencia de pareja en comparación con las que no lo son. Esto demuestra cómo se ve la violencia de género en una comunidad y su influencia en las poblaciones vulnerables.  

La violencia de género en la familia tiene un efecto perjudicial en los niños, quienes se convierten en destinatarios directos de la agresión. Los menores expuestos a la violencia pueden presentar problemas de socialización, bajo rendimiento escolar y alteraciones en su desarrollo afectivo. La investigación muestra que la violencia es una conducta aprendida y que una de las primeras oportunidades en que un individuo la observa es en el hogar. Esta dinámica explica por qué la violencia intrafamiliar se considera un factor de riesgo para la violencia social, perpetuando así un ciclo de agresión a lo largo de las generaciones. Para comprender plenamente cómo se ve la violencia de género en una comunidad y las fases de la violencia de género, es esencial entender que el hogar es, en muchos casos, el lugar donde se gesta esta conducta destructiva.  

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El ciclo de la violencia de Lenore Walker

Una de las preguntas más frecuentes es cuántas fases tiene la violencia de género. Un modelo ampliamente utilizado para comprender la dinámica de la agresión es el propuesto por la psicóloga Leonor Walker que describe tres fases de la violencia de género Leonor Walker. El ciclo de Walker es un patrón repetitivo que atrapa a las víctimas en una relación abusiva. Más que una simple descripción, es un mecanismo de control por parte del agresor que explota la esperanza de la víctima.  

Las fases de la violencia de género son una herramienta psicológica para mantener el control sobre la pareja. La teoría del apego nos ayuda a enriquecer el modelo de Walker al explicar el porqué detrás del comportamiento del agresor. Desde esta perspectiva, la agresión es una forma disfuncional de protesta que surge de la percepción de una amenaza de abandono. Este comportamiento agresivo busca retener o recuperar a la figura de apego.  

Por lo tanto, la violencia no es aleatoria, sino un mecanismo que el agresor, a menudo con un apego ansioso-ambivalente, utiliza para satisfacer una necesidad de dependencia y control. Las  fases del ciclo de violencia de género se activan cuando la pareja intenta reivindicar su propio espacio. Esta dinámica genera un bucle del que la víctima, debido a un sentimiento de indefensión aprendida, siente que no puede escapar. Esta es la razón por la que las fases de la violencia de género leonor Walker son tan difíciles de romper y comprender desde fuera.

Desglose de las fases de la violencia de género

Fase 1: Acumulación de tensión

Durante esta fase, las tensiones aumentan progresivamente, creando un clima de temor e inseguridad en la víctima. El agresor se enoja por cosas triviales, grita, amenaza o tiene incidentes de agresión verbal. La víctima se siente como si estuviera «pisando huevos» y trata de aplacar a su pareja. A menudo, la mujer niega o justifica el comportamiento de su agresor, convencida de que los incidentes son aislados y de que ella puede controlarlos.  

Es en esta etapa que la víctima puede llegar a estados de ansiedad y depresión que la incapacitan para reaccionar o pedir ayuda. Para romper las fases del ciclo de violencia de género, es fundamental reconocer estas señales de alerta temprana. El elevado control, los celos y el aislamiento de la mujer de su círculo social son indicadores claros de que se está gestando un patrón de maltrato. Estas son las primeras manifestaciones de las fases de la violencia de género.

Fase 2: Incidente agudo o de explosión

La tensión acumulada finalmente estalla en un episodio de violencia intensa y destructiva. La agresión puede ser física (golpes, empujones) o psicológica (maltrato excesivo). En esta fase, la mujer experimenta una incertidumbre abrumadora y a menudo se paraliza, lo que le dificulta la autoprotección. Este es el momento en que se produce una descarga de tensión de parte del agresor, que pierde el control para «enseñarle una lección» a la víctima.  

La exposición repetida a la agresión en las fases de la violencia de género Leonor Walker lleva al desarrollo de la «indefensión aprendida», un estado psicológico donde la víctima cree que sus acciones no pueden evitar el abuso. Esto explica por qué a pesar de tener pruebas para denunciar, el miedo puede impedirle tomar acciones. En este punto, la violencia tiene su máxima expresión y es la fase más peligrosa de las fases del ciclo de violencia de género.

Fase 3: Calma o luna de miel

Tras el estallido, el agresor entra en una fase de aparente arrepentimiento. Pide perdón, promete que nunca volverá a suceder y se muestra cariñoso y vulnerable. Este cambio de comportamiento siembra la esperanza en la víctima, que desea creer que el agresor cambiará. En esta etapa, la víctima puede sentirse culpable o responsable del bienestar del agresor y, en muchos casos, retira las denuncias o justifica los hechos ante su círculo cercano.  

Sin embargo, esta fase de calma es una manipulación emocional, una tregua amorosa que solo sirve para preparar el terreno para el siguiente ciclo. Con el tiempo, esta fase puede volverse más corta o incluso desaparecer a medida que los episodios violentos se hacen más frecuentes. Las fases del ciclo de violencia de género son un engranaje de control que hace que la víctima vuelva una y otra vez a la misma situación.  

Rompiendo el ciclo: Herramientas, ayudas y soluciones

Romper las fases de la violencia de género es un proceso complejo que requiere apoyo y comprensión. El primer paso es reconocer el patrón y la dinámica de las fases de la violencia de género, lo cual empodera a la víctima y la ayuda a buscar ayuda. La ayuda está disponible y es esencial para el camino hacia la recuperación. Para comprender plenamente cuántas fases tiene la violencia de género y cómo salir de ellas, existen múltiples recursos.

Aquí hay algunas herramientas y soluciones disponibles:

  • Líneas de ayuda: Teléfonos de emergencia como el 016 en España o el 1-800-799-7233 de la Línea Nacional contra la Violencia Doméstica en EE. UU. ofrecen asesoramiento y un espacio seguro para hablar.
  • Asistencia legal y refugios: Existen organizaciones que brindan orientación legal y refugios para garantizar la seguridad de la víctima y sus hijos.  
  • Apoyo psicológico: La terapia psicológica es fundamental para superar los efectos de la violencia, como el TEPT, la depresión y los problemas de autoestima. El enfoque debe estar centrado en la persona sobreviviente, fortaleciendo su autodeterminación.
  • Empoderamiento comunitario: La comunidad tiene un rol crucial. Se puede ayudar a las sobrevivientes escuchándolas y creyéndolas, y exigiendo servicios adecuados que les brinden el apoyo que necesitan. La erradicación de la violencia requiere un cambio social profundo.  
  • Educación y prevención: Es vital educar a las nuevas generaciones sobre el consentimiento, los roles de género y las señales de alerta para prevenir que las fases del ciclo de violencia de género se repitan. Enseñar a los jóvenes cómo se ve la violencia de género en una comunidad y sus consecuencias, puede crear un futuro más igualitario.  

El camino para romper las fases de la violencia de género es arduo, pero no es imposible. La ayuda está cerca.

Conclusión

El ciclo de la violencia de género, propuesto por Leonor Walker, no es un fenómeno aleatorio, sino un patrón predecible y manipulador que busca el control del agresor sobre la víctima. Este ciclo se compone de tres etapas que se refuerzan mutuamente: la acumulación de tensión, el incidente agudo de agresión y la fase de calma o luna de miel. Reconocer estas fases de la violencia de género es el primer y más importante paso para romper este círculo vicioso. Es crucial entender que la violencia no es un problema privado; sus ramificaciones se extienden a toda la comunidad, afectando la salud, la economía y el bienestar de futuras generaciones. Romper este patrón requiere una combinación de valentía personal y apoyo comunitario, con herramientas y recursos disponibles para guiar a las sobrevivientes hacia una vida libre de violencia. La comprensión de cuántas fases tiene la violencia de género es fundamental para identificar y erradicar este problema.

Referencias

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IOMA. (s.f.). Alerta, detecta a tiempo si hay violencia en tu noviazgo.

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Las víctimas enfrentan múltiples barreras psicológicas y prácticas. El ciclo de violencia en sí mismo, con la fase de «luna de miel» que renueva la esperanza de cambio, es un factor clave. La indefensión aprendida y el miedo a la seguridad personal o a la pérdida de los hijos también son obstáculos significativos. A esto se suman la dependencia económica y la falta de apoyo social
Las señales de alerta no siempre son físicas. Pueden incluir el control sobre tus actividades o con quién te relacionas, los celos y las comparaciones con otras personas, la destrucción de tus pertenencias o la manipulación económica. También debes estar atenta a frases como «¿Qué tiene de malo que te toque?» o «Será muy tu amigo, pero acuérdate que eres MÍA/O»
No existe un único perfil psicopatológico, pero sí se han identificado rasgos de personalidad comunes. Muchos agresores tienen una baja autoestima, son dependientes, posesivos, celosos y exhiben un comportamiento narcisista. A menudo, minimizan o niegan la violencia y culpan a otros de sus problemas. Es crucial notar que pueden mostrar una conducta socialmente adecuada en público, lo que contradice su comportamiento violento en la intimidad
Las consecuencias son devastadoras y a largo plazo. A nivel físico, incluyen desde lesiones y traumatismos hasta condiciones crónicas como migrañas, dolor crónico, problemas digestivos e incluso la muerte. En la salud mental, puede provocar trastornos como el TEPT, depresión severa, ansiedad, y alteraciones en el sueño y la alimentación
La violencia vicaria es una forma de maltrato en la que el agresor utiliza a los hijos u otros seres queridos de la víctima como instrumento para causarle daño o sufrimiento. Se manifiesta a través de la manipulación emocional de los niños, poniendo en peligro su bienestar o interfiriendo en el vínculo afectivo con la madre. Es una estrategia de crueldad extrema que busca herir a la mujer de la forma más profunda posible

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Paula Sosa
Psicóloga con experiencia en entornos clínicos y organizacionales, mi enfoque principal es la terapia cognitivo-conductual. Entiendo profundamente tanto la terapia cognitiva como la conductual, pero encuentro que la integración de ambas ofrece los mejores resultados para mis consultantes.
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